EL LLANTO
Hola familias.
En estas fechas, todavía nos encontramos con el tiempo de acogida latiendo en la escuela. Tiempo de emociones, y sentimientos a flor de piel. Con momentos bonitos, llenos de magia, a la par que complejos. En este proceso, es habitual que las lágrimas nos acompañen abriendo las puertas de las emociones de par en par. Por este motivo en esta nueva entrada, queremos compartir con vosotros y vosotras las siguientes reflexiones sobre el llanto.
Todas las emociones nos ayudan a regularnos, son necesarias e imprescindibles y surgen de manera espontánea. Para manifestarlas, los niños y niñas disponen de recursos limitados para expresarse.
Las palabras, los juegos o las risas son formas de expresión que los adultos toleramos bastante bien, pero existe una “discriminación” general con relación al llanto y a las rabietas. Estas formas de expresión no solo son consideradas (generalmente) molestas sino también innecesarias. Además, está muy extendida la idea errónea de que los niños y las niñas se sentirán mejor si dejan de llorar.
Se asume que el llanto es una expresión que hay que aprender a controlar y/o reprimir. Las lágrimas de nuestros hijos e hijas nos conmueven, nos atrapan, nos generan un sinfín de emociones y nos conectan con experiencias vividas. Para muchas personas son sinónimo de dolor. Si el niño o la niña llora, le duele algo. Es decir, que si no llora, ¿ya no le duele nada?
Los niños y niñas lloran para comunicar una necesidad o un malestar (llanto comunicativo). Lloran cuando tienen hambre, están mojados, tienen el pañal sucio, sienten frío o calor, desean ser cogidos en brazos y/o acariciados etc. Estas necesidades primarias son la realidad central del niño o niña. En ocasiones, los adultos nos autoexigimos satisfacer las necesidades de los niños y niñas con acierto y lo antes posible. Pero cuando todas sus necesidades primarias son atendidas ¿Por qué lloran los niños?
Debido a la represión sistemática del llanto en nuestra sociedad, casi todos los llantos que se inician como respuesta a algo que ha sucedido ahora, conectan con alguna experiencia pasada. Es decir, casi siempre que lloramos por algo presente, también estamos dando salida a emociones de otras experiencias anteriores que no hemos llorado lo suficiente, que es a lo que llamamos llanto de desahogo. Más aún, en muchas ocasiones, el suceso presente es un ¨pretexto¨ para llorar sentimientos acumulados (generalmente inconscientes).
Cuando estamos tristes o asustados, no necesitamos que alguien nos convenza de que no tenemos motivos para estarlo. Lo que esperamos es que alguien nos crea, nos entienda, o que nos digan: “¡Qué molesto es sentirse así! ¿verdad?” o “Veo que estás muy triste o enfadado...” “ Estoy aquí para lo que necesites”. Necesitamos que alguien se haga cargo de nuestra aflicción, que nos acompañe y comprenda; no que nos digan que no pasa nada, que no se llora, que no es para tanto, ni que nos hagan cosquillas para alegrarnos o que nos cambien de tema para distraernos.
Llorar sienta bien y sobre todo llorar en los brazos de alguien que sepa escuchar las lágrimas sin pararlas; llorar ante un testigo que sepa acoger sin juzgar, sin aconsejar, sin bajar la mirada. Muchas veces los adultos nos decimos a nosotros mismos: “Qué bien sienta llorar, lo necesitaba” o “Qué a gusto me he quedado después de llorar”.
Cuando el niño o la niña es acogido en el llanto, se siente más tranquilo, entendido y respetado, ya que es consciente de que tiene permiso para expresar la emoción que está viviendo. Comprender el llanto, su necesidad y transformarlo en derecho, es un acto de afecto, de amor.
Nuestra función como adultos no es necesariamente proteger a los niños y niñas de todo dolor, dificultad o frustración, sino más bien ayudarles a aprender cómo tratar las emociones resultantes.
Si les permitimos expresar su malestar, se sentirán más fuertes, independientes y seguros de sí mismos. Además, saber escuchar toda la gama de emociones de los niños y niñas es una herramienta muy importante en nuestra relación con ellos y ellas, así como acompañar su llanto y sus sentimientos desde donde cada niño y niña lo permita.
En el proceso, no solo se deshacen de su malestar y se sienten queridos, sino que también ganamos su confianza y mejoramos nuestro vínculo afectivo. No es necesario preguntar ¿Qué te pasa? Las lágrimas cuentan historias. Por eso decimos que el llanto es un lenguaje.
Asumir el llanto como una expresión emocional necesaria para el equilibrio vital no es tarea fácil, y menos aún comprender que dicha expresión emocional puede tener efectos muy positivos en la salud física y emocional futura.
El llanto permite descargar tensiones contenidas producidas por el estrés físico y/o emocional, y su poder curativo es único. El llanto es testimonio del trabajo de reparación del organismo y una herramienta para restablecer el equilibrio. Las lágrimas alivian, curan. Por este motivo, los niños y niñas, necesitan llorar hacia afuera lo que les duele.
Comprender el llanto, su necesidad y transformarlo en derecho, sin cortarlo, sin esperar que acabe, sin despistar a quien llora del sentimiento que lo provoca, es un acto de amor, afecto y empatía.
El llanto siempre tiene razones. Las lágrimas son una forma de expresión que debemos reconocer, también, en sus “cien lenguajes”.
El niño está hecho de cien.
El niño tiene cien lenguajes,
cien manos, cien pensamientos,
cien maneras de pensar,
de jugar y de hablar.
Cien, siempre cien modos de escuchar,
de maravillarse, de amar.
Cien alegrías para cantar y entender,
cien mundos que descubrir, que inventar,
cien modos de soñar.
El niño tiene cien lenguajes
y cientos más,
pero le roban noventa y nueve.
La escuela y la cultura
separan la cabeza del cuerpo.
Le dicen al niño:
que piense sin manos,
que trabaje sin cabeza,
que escuche y no hable,
que comprenda sin alegrías,
que ame y se asombre
pero en Semana Santa y Navidad.
Le dicen al niño:
que el trabajo y el juego,
la realidad y la fantasía,
el cielo y la tierra,
la razón y el sueño,
son cosas
que no están unidas.
Le dicen en resumen,
que el cien no existe.
Pero el niño exclama:
“!Que va, el cien existe!”
Loris Malaguzzi
Esperamos que este texto os ayude a gestionar, a acompañar, y a transitar por esos momentos tan complejos y esas lágrimas tan necesarias, ya no solo en el tiempo de acogida, sino en otros procesos futuros que vendrán, igual de intensos y emocionantes.
BIBLIOGRAFÍA
El mundo emocional del niño. Isabelle Filliozat.
Un año para toda la vida. Mariela Michelena. Colección Vivir mejor. Ed. Planeta. 2009.
Acompañar el llanto infantil. Amor y respeto. Alfredo Hoyuelos. Revista Infancia.
¿Por qué lloran? Ángel Álvarez. Artículo publicado en la revista Aula infantil.
El llanto del bebé. N. Alsina. Artículo.
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